03 agosto, 2005

SEGUNDAS OPORTUNIDADES

Pues sí. Este está siendo para mí un verano de dar segundas oportunidades, y, mirad vosotros por donde, he llegado a la conclusión de que ha sido un error. Lo he hecho con dos grandes escritores (y también con algún director de cine que además de ser pretencioso va de alternativo y no sé por qué extraña razón está tan sobrevalorado…Bueno, en fin, ni que yo fuera aquí la experta, lo que pasa es que me va lo de rajar, y ese tío me aburre infinitamente (premio si alguien adivina de quién hablo. Pista: no es Almodóvar, que por cierto, a mi sí que me gusta)) Pero hablaba de escritores, claro. El primero de ellos ha sido Tomas Mann. Me terminé su también ultra distinguida Montaña Mágica porque acabé tomándomela como un reto personal, pero o
1) soy un ente excesivamente simple (cosa que no descarto, visto lo visto)
o
2) aburre a las ovejas
Es verdad que seguramente hay un punto medio que se me pasa por alto (tan despistada soy) pero, vamos, yo no lo recomiendo, a pesar de que sea uno de los libros que a menudo aparecen en las listas de “imprescindibles” Lo leí el verano antes de irme a la facultad, o sea, a los 17 años, razón principal que me llevó a volver a leer algo suyo. Pensé que tal vez se me había hecho pesado porque en aquel momento tenía otras cosas en la cabeza y no estaba yo para razonamientos filósofo-antropofílicos (que cosas invento) ni para un plastazo tal. Así que hará cosa de un mes, le eché la mano a La muerte en Venecia. Su prota, como ya sabréis, es un viejo, también prepotente, un señor que se considera “un artista” y que es un pedante, que se enamora de un jovencito al que observa durante sus vacaciones en Venecia. A mi el chaval, por su descripción, me recuerda un poco a Dorian Gray, razón por la cual también él me cae mal. Y con un libro en que los personajes principales me parecen insoportables, pues ya me diréis que otra cosa os puedo contar, que “es una historia muy corta, pero no he tenido la voluntad de terminar de leerla”. Como lo oís. No es por desanimaros, uno tiene que juzgar por si mismo, obviamente, pero si no los leisteis aun pues yo os diría que cuando los cojáis, lo toméis con paciencia.

Al otro escritor a quien decidí reconsiderar, fue a Flaubert. Madame Bobary me la leí mucho antes que la Montaña Mágica. No recuerdo muy bien que tal lo hacía Flaubert contando la historia, pero recuerdo claramente que la historia en si me pareció HORRIBLE. Vamos, que la tal Emma era una penca que consiguió darme vergüenza ajena. Y pena. ¿Cómo se puede ser tan idiota? Bueno, a su marido también le llegaba… Vaya par, ¡por favor! He oído por ahí que La Regenta es la “versión española” de esta novela, pero ni punto de comparación. No es por ponerme ahora chovinista, ni mucho menos, pero es que La Regenta es un libro genial, Ana es una tía inteligente, y la historia engancha (nunca pensé que me fuera a enganchar, pero os lo juro, notaza para Clarín) Y nada, que tanto oír La educación sentimental por aquí, La educación sentimental por allá, pues me la he pillado en la biblioteca y en ello estoy. He leído muy poco, cuatro capítulos creo, es que la tengo muy abandonada, pero es que incluso me he puesto a leer unos relatos de Isabel Allende para amenizar, porque me cuesta horrores ponerme con ella (no se valen chistes fáciles) Esto, de momento, tampoco es muy concluyente, porque también me pasó con El Rojo y el Negro y al final, pues oye, me alegro de haberla leído. Pero vamos, que no es una lectura fácil y que para leer a la ligera, por puro entretenimiento, para mi gusto, no vale.

Las advertencias están echas. Lo que está claro, es que todas ellas están muy bien consideradas, por algo será, ¿no? Pues si lo averiguáis, informadme, por favor!

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