Conocí la existencia de William S. Burroughs a través de
El almuerzo desnudo, de Cronenberg, la adaptación al cine de una novela “inadaptable” del, ahora lo sé, legendario escritor americano. Pensé vagamente que tal vez estaría bien leer algún otro libro suyo, por ampliar horizontes.
Pero lo pensé sin mucho entusiasmo.
Entonces empezaron a pasar los días, las semanas y, luego, los meses. Y de pronto volvía a estar husmeando en una biblioteca, buscando algo que ni siquiera puedo recordar, en esas estanterías atiborradas de libros de todos los tamaños y contenidos.
Buscando la referencia supuesta de mi libro olvidado vi otro de color morado bastante pequeñito. Y ya no vi nada más. Me pareció tan curioso que destacara de una forma tan insólita entre sus vecinos que me abalancé sobre él como si de churrasco se tratara.
Era
Yonqui.
Esta novela tiene un estilo formal mucho más convencional que el resto de la mayoría de su obra. Lo dice bien clarito la Wikipedia. También dice que Burroughs consideraba al lenguaje (a su estructura más bien) la principal causa de la alienación humana (como mínimo es curioso) y por eso a partir de los años sesenta comenzó a experimentar con él. De ahí
El almuerzo desnudo (menciono esta otra vez, porque es la única que conozco)
En efecto,
Yonqui está escrita como la más cotidiana de las novelas. Lo cual me ha resultado muy grato, he de decir. Una muestra de ello:
“Esta es la pregunta que se plantea con más frecuencia: ¿qué hace que alguien se convierta en drogadicto?
La respuesta es que, normalmente, nadie se propone convertirse en drogadicto. Nadie se despierta una mañana y decide serlo.
(…)Uno se hace adicto a los narcóticos porque carece de motivaciones fuertes que lo lleven en cualquier otra dirección. La droga llena un vacío. Yo empecé por pura curiosidad. Luego empecé a pincharme cada vez que me apetecía. Terminé colgado. La mayor parte de los drogadictos con los que he hablado tuvieron una experiencia semejante. No empezaron a consumir drogas por ninguna razón en concreto. Quien nunca haya sido adicto no puede hacerse la idea de lo que significa necesitar droga con la tremenda intensidad de quién está enganchado. Nadie decide convertirse en yonqui. Una mañana se levanta sintiéndose muy mal y se da cuenta de que lo es.
Jamás he lamentado mi experiencia con las drogas.
(…)He aprendido la ecuación de la droga. La droga no es, como el alcohol o la hierba, un medio para incrementar el disfrute de la vida. La droga no proporciona alegría ni bienestar. Es una manera de vivir” Quizás este fragmento sea una de las partes más emblemáticas de la novela.
Sin duda es muy ilustrativo.
La novela no es una apología de las drogas (en América sí se lo tomaron un poco así en su día) sino que cuenta de forma muy inteligente y objetiva, a pesar de tener tintes autobiográficos, una experiencia “diferente” de forma que los que no la llevamos en nuestro “Haber” podamos acercarnos a ella con una mirada nueva. No he dicho benevolente. He dicho nueva. Que conste.
Así que ya está. Otra recomendación para el saco.
Nota para alérgicos a los libros y vagos en general: Este le está gustando hasta a mi hermano, que no leía ni a tiros…Animaos.