10 julio, 2012

EN AZÚCAR DE SANDÍA (RICHARD BRAUTIGAN)





Qué libro tan triste... Muy disfrutable, pero triste. Delicioso. Para tardecita de sofá. O hamaca o tumbona a la sombra. Para leer en silencio y, si se puede, del tirón. Y luego, al cerrarlo, quedarse un ratito pensando...

El protagonista es un hombre que vive en un lugar llamado yoMUERTE, un pueblo surrealista y lleno de encantos imaginativos, muy al estilo de Vian: objetos extraños y abstracciones literarias que se nos presentan como lo más natural y cotidiano del mundo... Aparentemente allí reina la tranquilidad de espíritu, todo el mundo es feliz y está en paz. Todos, excepto unos cuantos (enHERVOR y su cuadrilla) que se van a las afueras, un terreno de extensión desconocida llamado Olvidería, a planear la forma de abrirles los ojos a sus vecinos. La Olvidería es un sitio que en el pueblo tienen por molesto, lleno como está de objetos que no saben, o no quieren recordar, para qué sirven. Parece que en yoMUERTE la vida se rige por el impulso de seguir adelante sin mirar atrás, que nada pasado tiene ya el más mínimo significado. Y también parece que la Olvidería tiene el poder de cambiar las cosas, la forma de sentir y de ver lo que rodea la vida de uno.

Digamos que el yoMUERTE que nos presentan está entre dos periodos concretos: primero, un tiempo no tan lejano, cuando sufrían la amenaza permanente de unos tigres que mataban sin piedad y que, por lo tanto, tenía a los habitantes constantemente enfrentados con la crueldad más salvaje. Este periodo está muy presente a lo largo de la novela en los diálogos de los personajes, pero como si se tratase de una nube difusa, de algo muy distante a pesar de que ellos mismos lo han vivido. En segundo lugar, un tiempo que está por venir o, mejor dicho, que está viniendo poco a poco; el tiempo que les “regala” enHERVOR, el choque de su vida de ensueño y fantasía con la verdad, con la parte oscura y triste de la vida. No es que los personajes se den cuenta, al final del libro permanecen en su indolencia, pero el lector lo adivina. Bueno, quiero pensar yo que lo que pasa en el libro no puede suceder sin dejar huella, vaya.

No voy añadir nada más porque no me gusta entrar en detalles. Lo leí sin saber nada y así es cómo querría volver a leerlo. Yo ya no puedo; vosotros, aún estáis a tiempo.