16 enero, 2008

LECTURAS LEVES


Al final, como si no fuera evidente, las Navidades pasaron en un suspiro. Mis planes se vieron frustrados e hice demasiado poco de todo lo que tenía que hacer. Soy de esas que se organizan fatal. He necesitado volver a Mundo-mandril (aunque este nombre no sea ya más que una simple reminiscencia) y estar al frente de mi eterna mesa llena de libretitas, calculadoras, cds, pendrives y sobre todo de perversos montones de apuntes, que si tuvieran ojos me mirarían igual de mal que yo a ellos, seguro, para abrir una página de Word y ponerme a escribir. Así que no nos engañemos. No es que mi primer libro de este año me haya inspirado. Ha sido la necesidad de desuncirme.

No es una primicia que, tristemente, Paul Auster no me toca la fibra. Por más que lo intente (no él, yo). Esta vez, con Leviatán, la cosa pintaba bien. El protagonista es un escritor que decide hacer un relato explicativo de la vida de un amigo suyo antes de que sus trocitos (el tipo, el amigo, muere manipulando una bomba) sean identificados y llegue a los oídos de la gente una versión errónea de los hechos, una imagen de él distorsionada y peyorativa. Hasta aquí, estupendo. Me recordaba a La verdadera vida de Sebastian Night. Un tipo decide escribir la biografía de otro para salvar su honor. No está mal. Además Auster es bueno, da a sus textos mucha agilidad e incluso engancha (cuánto es ya otra cuestión) Así que todo iba bien, como decía, a pesar de ser nuestro héroe un escritor amante del béisbol con un divorcio a sus espaldas (sorpresa, sorpresa)
Por desgracia no tardaron en torcerse las cosas. Aun siendo la historia capaz de picar la curiosidad, algo falla. La poli relaciona el caso con el escritor porque entre los fragmentos recogidos en el lugar del accidente encuentra un trocito de papel con su número de teléfono (?) Así se inicia la contrareloj (se supone que lo escribe todo en un par de semanas, a escondidas) de aclarar las cosas. En estas circunstancias, Paul Auster relata los hechos como si el protagonista fuera un psicólogo amante de su trabajo: Fulano actuó así porque se sentía asá. Por supuestó “así” es demasiado inverosímil, o lo son sus consecuencias, como para no tener que explicarlo… pero sería de agradecer un poco de sutileza al hacerlo. Su forma de psicoanalizar a todos los personajes es demasiado descarada y resulta artificial teniendo en cuenta que se trata de una persona hablando de otras personas de su entorno: su amigo, una amante, la amiga de su amante, su ex-mujer, la mujer de su amigo y, por supuesto, él mismo. ¿Realmente es creible que un ciudadano de a pié sea capaz de hacer el retrato psicológico de todo el mundo? Me molesta que haya que justificar los actos de los personajes para darles sentido, metiendo con calzador explicaciones que no deberían hacer falta para sostener una historia, especialmente cuando no se está utilizando un narrador omnisciente. Está claro que Auster tiene que comer. Que trabaja un montón y que hace betsellers y punto. Pero me da pena que sea así porque en el fondo estoy casi convencida de que podría escribir grandes libros. Desde luego tiene las aptitudes ¡a ver si se anima!

Por lo demás, ahora estoy leyendo el ya famoso Firmin, de Sam Savage. Hay una reseña de él en el blog Cuaderno de lectura , por eso supe de su existencia. Me está pareciendo interesante aunque tal vez esperaba un poco más. De lo que no cabe duda es de que se trata de una historia bastante original, fácil de leer, con guiños literarios (que siempre quedan bien, ¿no?) y por lo tanto es perfecto para épocas en las que uno no tiene mucho tiempo. Mi problema es que justo en esos momentos es cuando me entran unas ganas descomunales de leer a Dostoyevski. Por eso no quiero hablar demasiado de Firmin. Me doy cuenta de que lo estoy leyendo con bastante ansiedad y eso me causa insatisfacción (¡juas! soy una pequeña Paul Auster en potencia, pero en versión cutre...¡si más pronto hablo...!) Así que nada, pasaos por allí y, como siempre, si tenéis la oportunidad, juzgad por vosotros mismos.