12 diciembre, 2007

SANTUARIO

Pido disculpas (una vez más y si es que a alguien le importa) por estar un mes enterito por ahí de picos pardos (“de picos pardos”= “muriendo lentamente”, ya sabéis) pero he de decir en mi favor que no he descuidado mis deberes (o no del todo). Algunos de los libros que he leído no me han gustado mucho, tengo que admitirlo. No estaba en mis planes decir esto pero… si hay por ahí alguna alma bondadosa que haya sido cautivada por Kafka en la orilla (o sea, que lo entienda) que me lo explique, please. Al llegar al final, de pronto me vi graznando“¿Qué? ¿Qué?” Así que necesito que alguien me ilumine para, una vez que lo entienda, rajar a gusto sobre ciertos momentos estilísticos, no muy abundantes, pero presentes al fin y al cabo, que me han hecho sangrar los ojos. Tranquilos, eso era una metáfora…
¿Lo pillais?

También he leído (y sigo haciéndolo) cosas guays, pero hoy voy a centrarme sólo en una de ellas. Habían sido varios, concretamente dos, mis fallidos intentos con Faulkner. Era frustrante... ¿Cómo es posible que no pudiera con él? ¿Con su obra más famosa? Sabía de antemano que los primeros capítulos de El ruido y la furia eran dificiles pero que valía la pena hacer el esfuerzo porque la novela es impresionante. Ratifico lo primero pero no estoy en condiciones de hacer lo mismo con lo segundo. Esos primeros capítulos han sido más fuertes que yo, los muy condenados. Así que tenía ahí una asignatura pendiente, una piedrecita en el zapato, una espinita en el corazón... Finalmente opté por prescindir de la novela pero no del autor. ¿Y cuál ha sido mi elegida? Santuario, la novela que le resultó editorialmente más rentable, si no me he informado mal.
Santuario es una reflexión acerca de la bajeza, la cobardía, la sumisión ante las adversidades y la corruptibilidad a las que somos capaces de sucumbir.
Un abogado se ve envuelto en un caso de asesinato y violación (una violación terriblemente mezquina, dentro de la propia mezquindad de cualquier violación) tras entrar en contacto con un grupo de contrabandistas de whisky. La creencia en la Justicia lleva a Horace Benbow a defender, ante una sociedad que desea ávidamente condenar al acusado, al inocente que ha de sentarse en el banquillo. Ese cuyo futuro más probable es ir a la horca si tiene la suerte de no ser antes linchado. Incluso tiene un aire a Matar a un ruiseñor, o yo se lo he visto, o querido ver, o lo que sea, con la diferencia abismal de que en ella se transmite un sentimiento de esperanza y en Santuario, de desilusión. Benbow adivina quién ha sido el culpable, sin embargo su cliente no quiere que se le nombre en el juicio por temor a ser inmediatemente asesinado por el verdadero responsable de los crímenes, un gángster taciturno sin el menor atisbo de escrúpulos que sigue delinquiendo tranquilamente en plena libertad. El acusado sostiene, inocentemente, que como no hay pruebas evidentes contra él, no lo condenarán.

Relativamente en la línea de mis lecturas de los últimos tiempos, por el fondo, no por el argumento, me ha parecido sobradamente interesante y creo que no tardaré mucho en leer algo más de Faulkner, probablemente Los rateros, que se llevó el Pulizter en el 62. Si alguien considera que hay alguno mejor (que no sea El ruido y la furia, claro) os agradecería que me lo dijerais, lo tendré en cuenta para mi lista navideña. Ahora que vienen las pseudovacaciones supongo que postearé con más frecuencia. Tener internet a tan pocos metros es una enorme tentación.