03 noviembre, 2007

FANTOMAS

Como adelantaba el domingo pasado (por el mero hecho de dar señales de vida, básicamente) el libro que voy a comentar esta vez es Fantomas.
Hace cosa de un año, mi padre descargó una peli viejísima (que le había flipado cuando la estrenaron en el cine siendo él un niño) sobre este personaje y vi un trocito para comprobar en qué estado estaba. Me hizo reir aquel coche que de pronto se transformaba en avión. No se me ocurre nada más cutre ahora mismo. Pero claro, en los sesenta las cosas eran diferentes.
La semana pasada me encontré con el libro. Una reedición relativamente nueva de Mondari. Y me lo llevé. Pensé que no estaría mal un poco de folletín (hacía mucho tiempo que no le dedicaba tiempo al género) y que además, a lo mejor a él le apetecía echarle un vistazo.
Como se podía prever, estilísticamente no es en absoluto brillante. Argumentalmente… tampoco, no nos vamos a engañar.
Pero es adictiva.

Fantomas es un psicópata y, por consiguiente, carece de escrúpulos. No recuerdo tampoco haber visto hasta ahora a ningún otro rufián de novela tan insensible. Lupin, por ejemplo, tenía su corazoncito. O Cheri-Bibi. ¡Ah, pero no Fantomas! Este tío puede ser un ladrón y un caballero o degollar salvajemente a una anciana sin miramiento alguno (sin ir más lejos, el final de la primera entrega es chunguísimo) A él se le pueden atribuir todos aquellos casos que aparentemente no tienen solución. Los policías razonables opinan que Fantomas es fruto de una oscura leyenda urbana. No así el inspector Juve y el periodista Fandor (en la novela que inicia la saga se explica de dónde sale este personaje y cuáles son sus motivaciones para creer en la existencia del famoso criminal al que sólo la imaginación del lector pone rostro) así que dirigen todos sus esfuerzos a capturarle. Sin grandes resultados, claro. Si atrapan a Fantomas se acaba la historia.

La colección consta de 32 novelas escritas por dos amigos: Marcel Allain y Pierre Souvestre*. Inicialmente se les encargó una serie de cinco novelas, pero su éxito fue tan rotundo que no tuvieron más remedio que continuar. Comenzaron en 1911. En 1913 ya las habían publicado todas. Habréis observado que el ritmo de trabajo fue impresionante. Al parecer uno escribía los capítulos pares y el otro los impares. A esa velocidad y con semejante método, no se puede exigir mucho cuidado en el estilo. Sin embargo, encontraron la fórmula para atraer al público y causaron gran sensación. He leído por ahí que incluso Apollinaire fundó la Sociedad de amigos de Fantomas. Para ir a mear y no echar gota, ¿verdad? (¡ay, por favor! ¡Qué soez, vulgar y chabacana!) ¡Se han pintado cuadros, se han rodado películas, se han hecho cómics! Cuánto debe el arte a este enigmático personaje de la noche parisina… O no. Pero lo cierto es que ha despertado el interés de sus lectores y que todavía lo sigue haciendo. Por algo será.


* En los años treinta, tras la muerte de Souvestre, Allain publicó ocho entregas más.